lunes, 1 de diciembre de 2014

Culpa.

Hace unos días estábamos D. y yo en el Barrio Chino. Eran las 4 de la tarde, y nos habíamos comprado el almuerzo para comer en la calle: una brochette de cerdo él, y una brochette de tres albóndigas de verduras yo. Parados en la vereda, como la primera albóndiga, muerdo la segunda y escucho
- Disculpe, señora, ¿no me convida un poquito, por favor?
Era un pibe de unos 15 años, sucio, con vergüenza y claramente mucho hambre. Lo único que me salió decirle fue "tomá, llevalo todo". Me miró con cara de sorpresa, agarró la comida y se fue. Lo perdí de vista.
En cuanto noté que no lo podía ver más, pensé ¿Lo habrá comido o lo habrá tirado? A lo mejor no le gustó y lo tiró. Hay gente que hace eso, no es tan raro. Te piden algo de comer y a los pocos metros lo tiran, no le encuentro otra explicación que la maldad y el abuso: te sacan lo que vos estás disfrutando para tirarlo a la basura. Más cuando son chicos. O peor, a veces se lo llevan a los papás que están cerca, y son los padres los que tiran lo que les diste. Una creció escuchando que cuando hay hambre no hay pan duro, y si yo hubiera tenido que pedirle al pibe que me convide de su comida porque tenía hambre, no se me hubiera ocurrido tirarla. Por más asco que me diera agarrar algo mordido y tocado por las manos de vaya uno a saber quién.
Estaba buscando lo inmoral del asunto y lo más fácil era mirar hacia el otro. Al momento de cruzarme con este pibe, yo tenía $700 en el bolsillo. Y no fui capaz de decirle "Mirá, este lo estoy comiendo yo, pero vamos al puestito y elegí lo que te guste, que te lo compro. Es muy salado todo acá, llevate un jugo también. ¿Tenés algo para comer a la noche? Llevate aunque sea $20 para hoy". Y ante toda la culpa que me dio darle a este chico con hambre mis sobras y no algo de ayuda real, lo primero que hice fue asegurarme a mí misma que no se lo merece, que despreciaba lo que yo le daba y que lo tiraba a la basura, por maldad, aunque nunca hubiera visto tal cosa.
Porque eso es lo que hacemos, lo que aprendemos y lo que enseñamos como sociedad. Porque vivimos el ayudar a los demás como alguien que nos quita algo. Porque tenemos tanta culpa y tanto miedo de hacernos cargo de que podemos ayudar y no queremos, que vamos por el camino fácil.