martes, 12 de mayo de 2015

Los cuatro cuartos.

No había dormido casi nada. Esperaba que digan mi nombre por el parlante, mirando a la nada y repitiendo a cada rato "tengo miedo". D. me consolaba, él sabe cómo, pero sólo me duraba un ratito ése consuelo y volvía la ansiedad.
"Tengo miedo".

...

En la primera habitación empezó la crisis. "Sacate toda la ropa, menos la ropa interior y las medias, y te ayudo a ponerte la ropa del quirófano". No sabía que me iban a hacer sacar la ropa, tantas veces escuché la frase "es una pavada" y "es súper ambulatorio", que me imaginaba otra cosa. Creo que ni siquiera me imaginaba un quirófano.
Empece a temblar, se dieron cuenta. Pensaron que si lo ignoraban se me iba a pasar.

...

En la segunda habitación había un sillón y varias vías de suero colgadas de la pared. Pensé que me iban a pinchar y a poner suero, y empecé a temblar más. Un médico me dijo que tenía la presión baja, que lo importante era estar lo más tranquila posible. Yo estaba semidesnuda, hablando con un hombre desconocido con voz de locutor que al final no me pinchó.

...

La tercera habitación era muy parecida a la segunda. Volvió el médico a explicarme que mire la luz verde durante la cirugía, que en cierto momento no voy a ver nada y que era normal. El trataba de que yo no entre en pánico, pero los dos sabíamos que era demasiado tarde. Estaba sentada y me temblaban las rodillas, sentí que vomitaba, me transpiraban las manos.
"La ansiedad es normal, pensá en lo que te trajo hasta acá. Te voy a dar unos minutos para que te serenes y enseguida te vienen a buscar para ir al quirófano".
No pude hablar.
Me dejó sola.
Pensé que me desmayaba.

...

Me acosté en la camilla y miré la luz verde. El cirujano empezó a trabajar y yo a llorar y pedir que por favor no me toquen más. Temblaba mientras me agarraba a la mano de una enfermera, asistente, o no sé quién, que también me agarraba fuerte. Traté de pensar en otra cosa, traté con la respiración consciente: me di cuenta de que estaba hiperventilando. Traté de inhalar contando hasta 4 y exhalar al mismo ritmo, pero sentí que me ahogaba.
Un ojo y el otro ojo, es difícil pensar en otra cosa cuando solamente querés huir y además ves con tanta claridad todo.

...

Me llevaron de vuelta a la primera habitación. Tenía al médico y a una asistente tratando de que me calme, tratando de hacer que deje de llorar, tratando de que entienda los cuidados post operatorios. No sé cuánto tiempo tardé en vestirme de nuevo, llorando, temblando, sin poder decir otra cosa que "No... No... No..." (que en mi mente era "no puedo hablar"). Hacía más de 4 años que no tenía un episodio de estos. Los conocía bien. Pensé que ya no eran una amenaza, me dolía equivocarme.



(Lo corregiré y continuaré otro día, hasta acá llega mi vista).

sábado, 2 de mayo de 2015

Angustia

Y verdaderamente era una estupidez todo, toda su vida.
Tratar de aferrarse a un ritmo que la estaba matando. Y tener una sombra, una sombra de perfección detrás, encima, cubriendo todo sin tocarla.
Era una estupidez toda ésa telaraña que ella misma tejía con cosas que no quería.

Y esas ganas de gritar, ése instinto de no matarse porque ésa tampoco es la solución y no sos capaz de afrontar la solución real.


lunes, 1 de diciembre de 2014

Culpa.

Hace unos días estábamos D. y yo en el Barrio Chino. Eran las 4 de la tarde, y nos habíamos comprado el almuerzo para comer en la calle: una brochette de cerdo él, y una brochette de tres albóndigas de verduras yo. Parados en la vereda, como la primera albóndiga, muerdo la segunda y escucho
- Disculpe, señora, ¿no me convida un poquito, por favor?
Era un pibe de unos 15 años, sucio, con vergüenza y claramente mucho hambre. Lo único que me salió decirle fue "tomá, llevalo todo". Me miró con cara de sorpresa, agarró la comida y se fue. Lo perdí de vista.
En cuanto noté que no lo podía ver más, pensé ¿Lo habrá comido o lo habrá tirado? A lo mejor no le gustó y lo tiró. Hay gente que hace eso, no es tan raro. Te piden algo de comer y a los pocos metros lo tiran, no le encuentro otra explicación que la maldad y el abuso: te sacan lo que vos estás disfrutando para tirarlo a la basura. Más cuando son chicos. O peor, a veces se lo llevan a los papás que están cerca, y son los padres los que tiran lo que les diste. Una creció escuchando que cuando hay hambre no hay pan duro, y si yo hubiera tenido que pedirle al pibe que me convide de su comida porque tenía hambre, no se me hubiera ocurrido tirarla. Por más asco que me diera agarrar algo mordido y tocado por las manos de vaya uno a saber quién.
Estaba buscando lo inmoral del asunto y lo más fácil era mirar hacia el otro. Al momento de cruzarme con este pibe, yo tenía $700 en el bolsillo. Y no fui capaz de decirle "Mirá, este lo estoy comiendo yo, pero vamos al puestito y elegí lo que te guste, que te lo compro. Es muy salado todo acá, llevate un jugo también. ¿Tenés algo para comer a la noche? Llevate aunque sea $20 para hoy". Y ante toda la culpa que me dio darle a este chico con hambre mis sobras y no algo de ayuda real, lo primero que hice fue asegurarme a mí misma que no se lo merece, que despreciaba lo que yo le daba y que lo tiraba a la basura, por maldad, aunque nunca hubiera visto tal cosa.
Porque eso es lo que hacemos, lo que aprendemos y lo que enseñamos como sociedad. Porque vivimos el ayudar a los demás como alguien que nos quita algo. Porque tenemos tanta culpa y tanto miedo de hacernos cargo de que podemos ayudar y no queremos, que vamos por el camino fácil.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Lo que no tiene precio.

A veces hablamos de cómo va a ser nuestra casa cuando seamos propietarios, de cómo va a ser ése barrio, del baño con bañera y ducha separadas, de la cocina con barra desayunadora y de la habitación con puerta ventana. A veces hablamos de los hijos que nunca vamos a tener, Benito y Francisca, de las mascotas que no queremos querer, nuestro gato Ampersand y nuestros perritos Albóndiga y Frijola, y del parque con árboles y hamacas que van a estar ahí hasta que seamos viejitos.

A veces la realidad te trae de los pelos hasta su nivel. Te fuerza a llorar por cosas superficiales y momentáneas. Le pone un precio a todo, convenciéndote de que lo que no tiene precio no tiene valor. Por suerte, todavía sé escaparme.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

En cierto punto

Me dejó, para siempre. Lo sé aunque me quieran convencer de lo contrario. Me quedé sola.

Y yo, que siempre verbalizo todo, me quedé sin palabras.

jueves, 30 de octubre de 2014

Sensaciones.

-          - Me parece que nunca antes nos había pasado esto.


Ella le dio la razón.


El hablaba de la lluvia.

lunes, 29 de septiembre de 2014

El caos.

En medio del caos, y antes de poder volver a poner en orden todo, justo antes, porque todo iba a volver a estar en orden. Ibamos a vivir juntos en unos meses y para siempre. Pero justo antes. Justo antes, entró a mi casa y me dijo que se iba a morir. Ahí mismo, en ése mismo momento. Su corazón iba a fallar en forma inminente. Fue a mi casa a decirme que todo iba a estar bien, que él lo acepta y está tranquilo. Me abrazó y me dijo “te amo”. Le dije que lo amo. Cosa rara entre nosotros, “te amo”.
- Sentate - le pedí.
- No, eso lo aceleraría. Quiero quedarme un ratito más.

 El abrazo, el amor a pesar de todo.

Y después, DESPUES, la soledad. La sensación de que ahora nada me tiene atada a esta vida. Nada ni nadie tiene sentido.