Y verdaderamente era una estupidez todo, toda su vida.
Tratar de aferrarse a un ritmo que la estaba matando. Y tener una sombra, una sombra de perfección detrás, encima, cubriendo todo sin tocarla.
Era una estupidez toda ésa telaraña que ella misma tejía con cosas que no quería.
Y esas ganas de gritar, ése instinto de no matarse porque ésa tampoco es la solución y no sos capaz de afrontar la solución real.