viernes, 1 de agosto de 2014

Pasado.

Cuando era chica, mi papá me pegaba. Cuando era bebé, cuando era nena y cuando era adolescente, me pegaba. Me pegaba con un cinturón o con la mano. Me amenazaba con un hacha que tenía. Mataba a mis mascotas. Una vez me hizo sentar en una estufa encendida, lo único que tenía puesto yo era una bombacha. Otra vez me pegó con el pretexto "sos igual a tu madre", físicamente. Claro, también le pegaba a ella. El me obligaba a llamar por teléfono a mi mamá, a pedirle que venga a mi casa y la esperaba en la puerta para pegarle. Y, a veces, intentar matarla.

Cuando era chica, yo decía que quería ser maga. De un día para el otro lo dejé. Me encapriché en nunca más intentar o inventar un truco, nunca más mostrarle a nadie lo que podía hacer con una moneda. Mi mamá nunca entendió por qué, cree que fue un capricho y nada más, pero la realidad es otra: Una noche ella nos llevó de su casa a la casa de mi papá para que nos quedáramos a dormir. Entré corriendo a prender el televisor, porque no me quería perder un programa especial en canal 13 de David Copperfield haciendo desaparecer la estatua de la libertad. Antes de que empiece el truco mis hermanas y yo empezamos a escuchar que mis papás discutían afuera, y vimos por la ventana cómo el la obligaba a entrar a la casa tirándole del pelo. La hizo entrar a la cocina, la sentó en una silla y le empezó a pegar en la cara. Ella asustada, agarró un cuchilo y lo amenazó. Nosotras nos escondimos en la pieza.
Cuando terminó el griterío mi mamá ya no estaba. Mi papá entró en la pieza y nos dijo "ustedes la vieron: me quería matar".
Para que dejemos de llorar, nos mandó a ver televisión de nuevo. David Copperfield estaba por tirar la sábana.